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Ciclo: Neurosis
Tema: Trastorno Bipolar y Depresión
Ficha TécnicaAño: 2002
Nacionalidad: USA
Estreno: 21-02-2003
Género: Drama
Duración: 114 m.
Dirección: Stephen Daldry
Intérpretes: Meryl Streep (Clarissa Vaughan), Nicole Kidman (Virgina Woolf), Julianne Moore (Laura Brown), Ed Harris (Richard), Stephen Dillane (Leonard Woolf), Miranda Richardson Vanessa Bell)
Guión: David Hare
Fotografía: Seamus McGarvey
Música: Philip Glass
Montaje: Peter Boyle
INTRODUCCIÓN
“Las Horas” indaga en el plano más profundo y psicológico de los personajes mientras trabaja con tres tiempos diferentes. Aborda tres formas distintas de depresión en tres personajes femeninos. Presenta tres argumentos distintos en una complejidad de cuestionamientos existenciales: la enfermedad, la tristeza, la soledad, la locura, la muerte, la libertad, la responsabilidad y la elección. Nos muestra los ángulos más oscuros y dolorosos de la existencia humana.
Presenta la forma como las personas viven su vacío existencial; las decisiones agudas y profundas que la gente hace, y el costo de esas decisiones en busca de la felicidad.
Las tres mujeres quieren encontrar algo que dé sentido a su vida para poder salir de su propio vacío que las llevó a la soledad, melancolía y desesperación. Es un día común, en la vida de una persona como cualquiera, pero al final, en Mrs. Dalloway, uno comprende que todo lo que hay que saber sobre la existencia, está contenido en cada día de cada vida humana.
Algunos de los cuestionamientos más relevantes de la película son:
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¿Cuántas formas tenemos de morir?
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¿Es que acaso sólo existe la muerte física?
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La partida del único ser que nos hace sentir vivos, ¿No es un deceso espiritual?
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Al aguantar una vida que no elegimos, que no queremos y que no estamos dispuestos a soportar ¿no es peor que morir?
Las horas es un valioso material que ofrece la oportunidad de seguir encontrando y explorando la profundidad de la naturaleza del ser humano. Es una novela basada en hechos reales sobre la vida de Virginia Wolf.
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La música de Philip Glass es un hilo conector de los tres distintos tiempos (épocas) y enfatiza las emociones de cada personaje.
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La fotografía de Seamus McGarvey se enmarca en escenarios de sobria elegancia y falsa realidad.
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La cámara de Stephen Daldry en estado de gracia consigue pasearlos y pasearnos (reparto y audiencia) por sus pesadillas y angustias, como si fueran/fuéramos marionetas de la vida.
LOS PERSONAJES
A) Victoria Woolf
Nicole Kidman interpreta a Virginia Woolf; ella es el principio y el final de la película, basada en hechos verídicos sobre la vida de la escritora inglesa, nos presenta la historia de quien fue considerada como maniaco-depresiva, en una época en que aún no se conocía el litio para el tratamiento de este tipo de padecimientos, que hoy conocemos con el nombre de Trastorno Bipolar.
Virginia aparece luchando contra su depresión, no halla su sitio en este mundo y ya ha tratado de huir dos veces de él; sin embargo sus intentos han sido frustrados.
Comienza a escribir su primera gran novela “Mrs. Dalloway”, mediante la cual, encuentra el medio catártico para expresar su hartazgo, su dolor y su soledad.
B) Laura Brown
Interpretada por Julianne Moore, dos décadas después en la ciudad de Los Ángeles, CA, es el personaje que representa el rol de las mujeres como el «ama y ángel de la casa«. También personifica la represión sexual y económica. Es una esposa y madre que contempla en el suicidio la forma de poner fin a la monotonía y la sordidez de una existencia que no desea vivir. Su vida es también un hueco de nada, un camino sin destino y un grito que nadie oye en su miserable oscuridad.
Laura vive su papel de madre y esposa cuando la segunda Guerra Mundial había finalizado. La época y el país (Norteamérica), determinan su posición de ser humano frente a su vida. Es una mujer alienada, con una profunda depresión y un gran vacío existencial. Vive la monotonía. Ni su esposo e hijo, ni tampoco su estabilidad económica, son suficientes para darle un sentido. Su esposo es vendedor, lo cual ilustra la ideología de una sociedad capitalista de producción y consumo, en la que las personas son valoradas por su capacidad adquisitiva.
Laura tiene una incapacidad extrema para demostrar afecto. Reprime y esconde sus sentimientos, y es un ser pasivo que lee la novela de Virginia Wolf: Mrs. Dalloway. En la lectura de esta novela, se va a identificar con la protagonista, y va a comenzar a fantasear con la idea del suicidio, sin llegar a consumarlo. Se presenta la escena del hotel, acostada en la cama, donde la tragan las aguas del río, mientras contempla la idea de su muerte como una escapatoria. Finalmente huye de su casa y de su vida aburrida, abandona a su esposo y sus hijos, sin tener un rumbo u objetivo claro; sólo escapa.
C) Clarissa Vaughan
Interpretado por Meryl Streep, es el personaje de una mujer neoyorquina que representa la versión contemporánea de Mrs. Dollaway.
Su personaje representa la posición social respecto a la diversidad sexual, en un tiempo y un lugar, donde sus derechos son reconocidos, en contraste con la época victoriana, cuando las relaciones lésbicas eran fuertemente censuradas por una sociedad conservadora, que defendía sus ideales, sus valores morales y sus buenas costumbres.
Clarissa prepara una fiesta en honor de su amigo Richard, el amor platónico de su juventud. Vive en un departamento con su pareja (que es una mujer), y a la vez es madre de una hija que la visita para estar presente en el festejo que organiza. Aún no sabe que éste va a ser abruptamente suspendido por el suicidio de su amigo.
D) Richard
Ed Harris interpreta el personaje del poeta visionario Richard, quien se encuentra en la más terrible soledad, y está desahuciado. Su personaje es una crítica afilada del paciente con VIH-SIDA y su consiguiente depresión.
A través de su deterioro y su incapacidad para recuperar su salud, Richard, al igual que Virginia, son dos personajes que sirven para cuestionar la eficacia del tratamiento médico. Podemos observar el deterioro de Richard, al igual que el de Virginia, y sus mutuos suicidios.
Encontramos similitud en la condición depresiva de Richard y de Virginia, ambos alucinan que las aves cantan en griego. En la vida real, en una ocasión Virginia intentó lanzarse por una ventana, como Richard finalmente lo hace en su novela Mrs. Dallaway. Esto es un aspecto fuertemente auto-biográfico en el personaje de Richard.
ANÁLISIS PSICOLÓGICO
La novela de Virginia Woolf empieza cuando Mrs. Dollaway se dispone a preparar una fiesta para un amigo, a la cual asistirá mucha gente. Esa es la clave del sentimiento central: una persona cumple con lo que tiene que hacer, pero en el fondo no se siente bien, no lleva una existencia libre y plena. En este caso, el mismo transcurrir del tiempo, que se hace apremiante -ya que todo tiene que estar listo antes de que lleguen los invitados- se convierte en otro adversario aplastante que hace de Clarissa (y Mrs. Dalloway) una mujer angustiada.
El malestar de las tres mujeres es el mismo, y tiene que ver con la insatisfacción emocional que sienten ante los roles que les ha dado la sociedad en la que les ha tocado vivir. Es algo que va mucho más allá de la inclinación homosexual que comparten las protagonistas. En los dos primeros casos, la homosexualidad se apunta como la manifestación espontánea de una identidad diferente, prohibida, que no se ajusta a lo «normal«.
Sin embargo, el desasosiego de Las Horas no se reduce a esta cuestión, sino a la falta de sentido en su existencia. Podemos observarlo, casi de forma presupuesta, en la relación de Clarissa con su pareja, quienes pueden constituir una “familia feliz”, al lado de una hija joven (algo impensable en las épocas que les toca vivir a las otras dos mujeres); y no obstante, Clarissa se encuentra sumergida en una fuerte depresión.
En realidad, esta descripción de una identidad que no se ajusta a los requerimientos de la sociedad encuentra su modelo mayor en el espíritu del poeta Richard (quien también es homosexual). No es casualidad que la película se origine a partir de la depresión que sufre Virginia y termine la fiesta con el dramático suicidio de Richard.
Lo que distingue a estos personajes del resto, es el hecho de que son ellos mismos los que pueden ver, y finalmente expresar, un sentimiento de libertad (en su muerte), ante la imposibilidad de estar al margen de un mundo que sienten falso. Esa visión trágica les infundirá, finalmente, un deseo de terminar con su existencia.
«Alguien debe morir, y debe ser el poeta, el visionario…»
Eso dice Virginia Woolf, para anunciar su propia muerte. En efecto, al final del filme los dos artistas se suicidan, la escritora se sumerge en el río para desaparecer y el poeta visionario salta al vacío desde su ventana.
Laura Brown vive su papel de madre y esposa, es una mujer alienada; también con una profunda depresión y un gran vacío existencial. Su familia no da sentido a su vida.
En ese confinamiento emocional, Virginia Woolf se abandona a su propio exilio interior (en su locura pierde el contacto con el mundo) y Laura Brown abandona un papel que no puede cumplir (pierde a su esposo y sus hijos).
Clarissa puede disfrutar de su homosexualidad en una década que reconoce sus derechos y su identidad sexual. Sin embargo, ella está atrapada, en el fondo, por la misma sociedad, por el mismo rol de ama de casa, y por el mismo tiempo tan privado como desencantado donde no hay una vida ardiente que vivir, y donde está condenada a la futilidad, a la sombra y a la soledad.
IMÁGENES Y SÍMBOLOS
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El Río
El río es el símbolo más afortunado y preclaro de la película, con su bruñida e intempestiva imagen, que es utilizado para figurar y significar la vida. El sosegado transcurrir de sus aguas simboliza el transcurrir de la vida. Casi al inicio de la película aparece el río cuando Virginia Woolf escribe una carta póstuma, la cierra y la deposita junto a otra carta en la parte superior de su escritorio. Luego huye de su casa, se acerca hasta el río, se mete unas rocas pesados en los bolsillos, y se adentra, hasta hundirse, en las poderosas aguas que conforman la corriente que la arrastra vestida y definitivamente apagada. Fundidas sus imágenes, la vida, el río y la muerte se dan la mano. En esta carta, Virginia señala:
“Has sido todo lo que alguien puede ser para otro… Te debo toda la felicidad de mi vida… En mí ya no queda nada, salvo la certeza de tu bondad…”.
También aparece la imagen del río en una de las escenas más fuertes de la película, cuando Laura Brown contempla la idea de su suicidio en la habitación de un hotel. El río nos refleja la turbulencia de su vida emocional, que no le deja otra alternativa más que añorar su propia muerte. Esta es una de las escenas figurativas más impresionantes de la película, porque conjunta la riqueza de varios símbolos.
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Las Flores
En la película, la imagen de las flores se utiliza a manera de intersección semántica que va ligando la historia de las tres mujeres en sus tres épocas históricas distintas. Al mismo tiempo, son las flores las que acentúan el matiz, en los rasgos que las diversifican: dos son las mujeres a quien sus esposos llevan un ramo de flores a casa; y una, la que las compra por sí misma.
La imagen de las flores es el ornamento que adorna lo sombrío de una felicidad aparente. Simboliza la capacidad de apreciación estética, la contemplación de la belleza, el acompañamiento de las ocasiones solemnes. Se busca en las flores el gozo y el placer perdidos en la anhedonia.
En cuanto a las flores, se regalan para expresar nuestro afecto, lo mismo en los nacimientos que en la muerte. También acompañan los ritos religiosos y espirituales. En ocasiones se les confieren poderes curativos y reconfortantes.
Clarisa en la película declara: “Yo misma comprare las flores…”. Así como ella misma se encargará de la fiesta y ella misma preparará la comida. En su egocentrismo, no se da cuenta de que todo lo que hace no es para su amigo Richard, sino para ella misma, para llenar su propio vacío.
Leonard le regala flores a Virginia, dándole a la vez un mensaje que no se atreve a expresar: disfruta de la vida. El acto de regalarle flores es un sustituto de lo que no es capaz de decir.
Virginia, por su parte, constantemente huele las flores y luego se pone a escribir. Como si en el acto de oler las flores encontrara la fuente de su inspiración en la búsqueda del sentido de su existencia.
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Las Camas
La imagen de las camas expresa las horas de desasosiego e insomnio. Las tres mujeres aparecen en repetidas ocasiones en la cama. Ésta, no como el lugar del descanso y del sueño reparador, sino como el refugio donde la posición fetal recuerda la seguridad de la vida intrauterina, envuelta en las cobijas (la placenta), aislada del dolor y del sufrimiento. La cama es también la imagen del refugio contra el desamparo y el abandono.
Las tres aparecen en las camas desprovistas de energía, desvitalizadas y sumergidas en la inactividad y desoladora mirada de contemplación desesperanzada.
Laura Brown en el hotel, yace tendida sobre la cama contemplando en el suicidio el alivio a su dolorosa vida que transcurre simbolizada por las aguas del río que fluyen en la habitación durante la misma escena.
Las camas siempre están vacías, simbolizando la soledad; solamente apreciamos a las mujeres derrumbadas en ellas, con las miradas perdidas y sus cuerpos sin energía.
Jamás vemos un instante de unión en el lecho conyugal. Laura Brown, muy reveladoramente, lo que coloca en el lado vacío (que pertenecería a su marido), no es otra cosa que el libro que está leyendo: Mrs. Dalloway.
Asimismo, después de la conversación de Clarissa con la madre de Richard, lo primero que hace es entrar en su dormitorio y tumbarse en la cama, avasallada por su dolor ante la pérdida de su amigo, como si la cama pudiera ofrecerle consuelo.
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La Comida
A lo largo de toda la película, aparecen los alimentos como un símbolo central de la demanda y expresión del afecto. La madre es el primer objeto amoroso del niño recién nacido, y es a la vez el objeto nutricio que asegura su subsistencia. Ligamos de esta manera, la expresión del amor al alimento, al acto de comer, como acto de nutrir nuestro cuerpo con el amor que éste necesita. Cuando se fracasa en el amor, las ganas de vivir se pierden. Cuando la persona deprimida quiere morir, deja de comer.
A Laura Brown no le quedó bien el pastel, pero lo quiere de todas maneras porque piensa que del mismo modo como se aprecian los regalos, lo querrá su esposo, porque los obsequios tienen buenas intenciones. Laura dice:
“Haremos el pastel para que papá sepa que lo queremos…”
Su hijo (Richard) responde:
“¿De otra manera no podrá saber que lo queremos?”
En la escena donde aparece Virginia en la cocina de su casa, se nos muestra el rol social que se espera que la mujer de su época desempeñe, “la cocinera y ama de casa”. Su sirvienta le reclama que pasa demasiado tiempo escribiendo y no se dedica a estar al pendiente de cosas más apropiadas de la mujer, como el asegurarse de tener todos los ingredientes para preparar la comida.
Este es un rol social para la mujer con el cual Virginia no esta de ninguna manera de acuerdo. Esto lo expresa simbolizado en el acto de mandar a Londres a la cocinera a comprar jengibre, el ingrediente faltante, con el tiempo justo para que la comida esté lista a la llegada de sus invitados. Así es como “manda” lejos de sí un convencionalismo social que no desea acatar.
La cocinera avienta al suelo su delantal antes de partir, simbolizando el desprecio por el lugar que ostenta como mujer en esa época victoriana.
De igual manera, Laura abandona su rol social y queda prácticamente en el exilio, por la pena y la censura de haber abandonado su hogar, su esposo y sus hijos. Abandona el papel convencional que no quiere asumir como esposa y madre. Culturalmente, una madre que abandona a sus hijos es como lo dice la hija de Clarisa: “Así que ella es el monstruo”…
Es un acto monstruoso y reprobable. No obstante el fracaso de los lazos afectivos simbolizados en el pastel que Laura prepara para homenajear el cumpleaños de su esposo.
Se esfuerza por que el pastel le “quede bien” y fracasa. Lo tira a la basura, como tira a la basura el hogar donde ha fracasado su felicidad. Se esfuerza una vez más y vuelve a hacer el pastel. Así se esfuerza día tras día por querer amar su vida y su familia, sin lograrlo.
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Los Espejos
Las Horas desarrolla dramáticamente ese juego de espejos donde una sola figura femenina aparece reflejada en tres distintas personalidades. Mujeres retratadas por separado, muestran su dolor frente a un cristal reflectante y aglutinador que les devuelve, sin saberlo, el rostro de una mujer distinta a la que se está mirando en ese momento.
La aflicción de una, proyecta el conflicto de la otra, que es su reverso al otro lado del espejo, y del tiempo. El silencio de una (la escritora), libera el ahogo paralizador que las circunda y entrelaza a todas (las lectoras). El alivio de una es el alivio de todas. Es la muerte elegida como respuesta rotunda y libre al enigma de una vida claudicada en el suplicio irremediable.
El espejo es utilizado para mostrar la incertidumbre de la autoimagen corporal, en el cual, aparece la imagen distorsionada del Yo. Muestra los sentimientos de autodesprecio y desilusión, característicos durante los estados depresivos.
En el espejo la mirada busca constantemente encontrar sentido a la existencia. Se mira y se comprueba una vez más frente al espejo, lo insoportable de la existencia y la perdida de la propia belleza.
En el espejo, los ojos se nutren de rechazo y desprecio por la vida. En su reflejo se buscan todas las respuestas que nunca se encuentran. En el espejo se mira el diálogo silencioso del Yo alienado, y el transcurrir devastador del tiempo.
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La Escritura
En la escritura, Virginia Woolf encuentra la catarsis de sus más agudos cuestionamientos existenciales y el acompañamiento a su soledad. A través de la escritura, en la carta, se despide de Leonard y le agradece su amor, antes de morir.
En la novela de Mrs. Dalloway, Laura se identifica y encuentra compañía y comprensión, sin darse cuenta como se acrecienta su ensimismamiento y distanciamiento emocional de su entorno.
En Virginia, muere la escritura visionaria, y en Richard muere la poesía: la belleza hecha escritura.
La cocinera le reclama a Virginia que pasa demasiado tiempo escribiendo: “Tuve que decidirlo sola, haré una tarta de cordero… Usted está muy ocupada con su escritura, nadie me dio instrucciones.”
Le reprocha a su escritura el hecho de que no se dedica a estar al pendiente de cosas más apropiadas de la mujer, como el asegurarse de tener todos los ingredientes para preparar la comida.
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La Fiesta
La fiesta es el símbolo del bullicio, la muchedumbre y el ruido. Todos son distractores y evitaciones contra el vacío y el silencio. En la fiesta nos movemos, no estamos quietos ni callados, porque en la inactividad y en el silencio contactamos nuestro temido vacío existencial. Se trata de evitar la soledad, aunque sea con relaciones superficiales, efímeras o pasajeras. La fiesta es un rito de lo colectivo que resguarda contra el aislamiento. La fiesta es un homenaje patente en lo social, expresión compartida de nuestros afectos.
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Los Ojos
Los ojos por su poder de expresión y comunicación paralingüística, nos dicen más de lo que cien palabras nos pueden decir. Ojos que reclaman, que imploran, que acusan o que consuelan. Mirada desobediente e incomplaciente, conciliadora de la crueldad. Mirada glacial que congela las emociones, pero no destruye los sentimientos.
La cámara constantemente toma las distintas miradas, de la mujer, de la esposa, la madre, el hijo, el poeta visionario; de quien vigila y de quien denuncia.
En Virginia vemos la mirada extraviada de una mente frágil aquejada por la enfermedad mental. Virginia dice: “Hay que mirar la vida de frente, y conocerla por lo que es, amarla por lo que es. Es el derecho de todo ser humano”.
En Laura vemos los ojos sofocados por la monotonía y la vacuidad de la existencia. En Richard encontramos los ojos que miran hacia un pasado de abandono y desamor. En Clarisa la mirada muestra la soledad y la tristeza.
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Los Vigilantes
Vemos a Virginia salir de su casa, a escondidas, por la puerta del muro de su jardín. Leonard, su esposo (su vigilante), se entera y, raudo, corre desesperado en su búsqueda, justo del mismo modo y con la misma veloz y angustiosa incertidumbre, que, anteriormente, le habíamos visto padecer al niño Richard en el episodio de 1951, en Los Ángeles, queriendo evitar el desastre que se teme, que se vaticina para sí con la extraña marcha en coche de su madre: Laura. Por lo tanto, estos dos personajes quedan así emparejados, ambos cumplen la misma función celadora, vigía y velante.
No es vana esta operación unitiva, si tenemos en cuenta la importancia que tiene ese niño en el desenlace final, cuando queda a la luz la identidad del pequeño en el episodio desarrollado en Nueva York. Ese niño ocupa la posición vertebral de toda la narración. El director toma la imagen del niño tras el cristal del automóvil, exactamente igual que la imagen de Richard tras la ventana de su departamento.
El movimiento posterior de la cámara nos descubrirá que guarda entre sus manos un retrato de la boda de su madre, bellísima, en blanco y negro, los ojos mirando hacia el suelo y; como no podía ser de otra forma, sola, completamente sola.
En ese preciso instante, recuerda los pasajes fundamentales de su vida, poco antes de tomar la drástica decisión de suicidarse, logra un destello de comprensión: no en vano, le dice a Clarissa “te quiero”; la misma frase que su madre ya pronunciara en el coche para tranquilizarlo, justo el día en el que, según la conmovedora confesión de la escena final, ésta ha decidido ya la estrategia de su huida, es decir, de su desaparición-muerte como figura materna.
Si hay algo que diferencia a Virginia Wolf de Clarissa Vaughan es el diametralmente opuesto lugar que cada una posee en sus respectivas relaciones afectuosas. Virginia, a causa de su enfermedad, de su depresión, de sus intentos de suicidio, es la persona protegida, custodiada, asfixiada por los cuidados de su marido, a quien, entre otras cosas, en la escena de la estación de tren, le dice con energía:
“Tu decidiste que yo podía ser feliz en esta tranquilidad. A mí me han robado la vida… Yo también vivo la amenaza de mi extinción. Vivo una vida que no deseo llevar. No se puede encontrar la paz evitando la vida. Desearía ser feliz por ti”.
Clarissa, muy al contrario, es la cuidadora, la vigilante, la entregada, la que quiere aliviar el duro trance por el que está pasando Richard, en quien sin quererlo, engendra el mismo ahogo existencial que mortifica a la escritora, y de cuyos labios brotan nada menos que las palabras del título de la película:
“Tengo que enfrentarme a las horas, y después a las horas que siguen a éstas. Debes dejar que me vaya. He seguido vivo por ti. Tendrás que pensar en ti misma cuando me muera”.
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El Tiempo
El uso del tiempo como símbolo de la inexorabilidad de la vida y su ineludible terminación. La conmoción psicológica colectiva es un símbolo de la vulnerabilidad de la mente humana y su reacción ilógica es la clave que impulsa el trágico desenlace de este film.
El tiempo se presenta como ese devenir imparable que hace insoportable la existencia; su irreversibilidad está acompañada por la adaptación a una forma de vida impuesta, o a una rutina ya establecida.
La vida se convierte en una prisión. El tiempo, en el estilo de vida de nuestras sociedades contemporáneas, -masas de producción y consumo-, es el tiempo de la vida monótona y de su vacío, de su rutina anónima y desesperante.
Podemos definir al tiempo psicológico como el estado mental y la atmósfera afectiva en un lugar y en un momento determinados por las circunstancias.
Pasado y presente se reúnen para cerrar el círculo fundamental: Richard presenta el mismo ahogo existencial que mortifica a todas los personajes de esta novela, y de cuyos labios brotan las palabras del título de la película:
“Tengo que enfrentarme a las horas, y después a las horas que siguen a éstas…”
Richard señala como pasa uno el tiempo (las horas): ¿De que se tratan las horas?, ¿puedes sobrevivir a las horas que están por venir?
Vivimos en el tiempo mientras éste avanza, la vida es lo más maravilloso que tenemos a través del tiempo. Respecto al tiempo proyectado sobre el transcurrir de la vida de Virginia, su hermana Vanessa le dice a su hija: “Tu tía es muy afortunada, por que tiene dos vidas: la que vive y la que escribe”.
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La Muerte
La muerte como decisión, como elección, como deseo, como liberación y como extinción del dolor, rige cada uno de los tres episodios. En el primero, lo vemos muy pronto, es Virginia quien determina tal salida cuando se arroja al río.
En la escena donde la sobrina de Virginia, Angélica, encuentra un pájaro muerto, se conjuntan frente a la muerte los contrastes entre la ingenuidad y la inocencia de la niña, con la desesperanza y desolación de la adulta. La niña aparece disfrazada con alas en su espalda, como un ángel, o como un pájaro. Le ofrecen rosas y celebran su funeral. Angélica pregunta: “¿es hembra?” y Virginia contesta “sí las hembras son más grandes”, expresión de su feminismo. “¿Qué pasa cuando morimos?”, contesta: “Regresamos al lugar de donde venimos” (La idea del eterno retorno de Nietzsche).
Luego se va su sobrina y ella se acuesta al lado del pájaro muerto y la cámara toma al pájaro y a ella en la misma posición, porque ambos están muertos: ella en vida.
Virginia también decide que en su novela alguien tiene que morir: “Se matará por algo que no parezca importante” Expresando la banalidad de la vida.
“Creer en la muerte es un alivio, porque se sabe que el dolor puede terminar, ¡Es posible morir!”
Richard el poeta visionario salta por su ventana como un salto en busca de su propia felicidad. Laura muere en la autobiográfica novela de su hijo Richard, pero vuelve más viva que nunca.
Laura y Clarissa conversan sentadas alrededor de una mesa, envueltas por la oscuridad y el mortuorio desamparo de los restos impecables de una fiesta abruptamente suspendida. Hablan sobre el homenajeado muerto. Laura da la versión de sus hechos y, a continuación, el amargo flash-back sobre otra fiesta que sí tuvo lugar cincuenta años antes (el cumpleaños de su esposo). Una fiesta en apariencia feliz. Vislumbramos a Laura llena de cadáveres: el del marido y el de sus hijos. Ella misma dice al respecto:
“Es algo terrible sobrevivir a toda la familia, sientes que no lo mereces. Tú sobrevives y ellos no.”
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La Libertad
Virginia pierde su libertad a consecuencia de su enfermedad. Leonard es su protector, la cuida y la vigila, decide que es lo mejor para ella, limita sus acciones sobre todo, las que considera que le son peligrosas. Su protección es anulante porque suprime su derecho a tomar sus propias decisiones. Es Leonard quien decide llevarla a vivir a Richmond contra su voluntad creyendo que la tensión de la ciudad afecta su salud. Si recordamos de nuevo la escena de la estación del tren, cuando Virginia intenta huir, él le dice “Estas obligada por tu salud” y ella responde:
“He tolerado esta custodia, he tolerado esté encarcelamiento, los doctores se ocupan de mí, y me informan sobre mis propios intereses, hablan en nombre de mis intereses, me han robado mi vida”.
Laura elige su libertad, aunque para ello tiene que sacrificar a su familia, y lo describe de la siguiente manera:
“Hay veces en las que uno no encaja, y piensa que se va a matar, pero no se atreve. Entonces decidí abandonar mi casa. Sería fantástico decir que me arrepentí. Sería fácil. ¿Pero qué sería arrepentirse cuando no tienes alternativa? Nadie me perdonará. Yo elegí la vida…”
Virginia elige terminar con su sufrimiento y su enfermedad. Ejerce su derecho a la libertad de elegir terminar con una vida que no merece ser vivida, con una vida indigna de ser vivida de esa manera. Se despide de Leonard diciendo:
“Hay que mirar la vida de frente. Siempre mirarla de frente, y conocerla por lo que es, amarla por lo que es; y luego, ponerla en su sitio.”
Oscar Prettel, Georgina Obispo y Yolanda Sassoo.