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Ficha Técnica

País:               Italia

Año:               1957

Director:       Federico Fellini

Guión:            Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli

Actores:        Giulietta Masina y François Périer

Música:          Nino Rota

Género:         Melodrama

 

 

cabiria

Análisis Psicológico

Cabiria es una mujer psicológicamente ingenua e inocente, vive una vida modesta y solitaria. Ella es una persona marginada, sencilla, dulce, encantadora, romántica y con una gran conmovedora ternura.

Todas las miserias de su realidad y de su grandeza, las de «sus sueños», caben en una sola gesticulación de su rostro, en su gracioso movimiento, en su presencia física realzada con ciertos aditamentos, como el pequeño bolso de mano y paraguas que siempre la acompañan. El tipo de vestimenta, tan pueril como sus calcetas escurridas a media pantorrilla, que descubren su inmadurez emocional. El tipo de su maquillaje y su vestuario que enfatizan sus rasgos que la presentan frágil y desvalida.

No sabemos nada de su historia de vida, puesto que aparece en la trama en un momento dado de su existencia; pero bien podemos inferir un pasado de abandono y soledad que se hace patente por el hecho de no tener familia ni amistades cercanas, solamente hay una relación ocasional con su vecina Wanda, a quien se dirige en términos de ambivalencia afectiva.

También puede inferirse su historia de soledad por el hecho de mostrar una necesidad persistente de búsqueda inapropiada de amor y compañía; al extremo de una idealización romántica, en la cual ha simbolizado la «salvación de su vida». Ella sueña con el «príncipe azul»; quiere conocer a un hombre por quien pueda transformar su vida y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma.

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La búsqueda de éste amor es inapropiada por la dimensión simbólica que transfiere al objeto amoroso; el cual, en su imagen idealizada se vuelve inalcanzable dado su propio estilo y circunstancias de vida, recordando el hecho de que Cabiria se desempeña laboralmente ejerciendo la prostitución en uno de los barrios más pobres de Roma.

A la vez, sueña con encontrar el «amor verdadero», pero fracasa repetitivamente en su búsqueda. Tampoco es capaz de anticipar las consecuencias del ejercicio de su profesión sobre la posibilidad de obtener este amor anhelado. El hecho de elegir un objeto irreal e inalcanzable determina el posterior fracaso en la obtención del afecto.

Cabiria proyecta su necedad de salvación en el objeto amoroso, y desea encontrar un hombre que la «aparte de la calle», para formar una familia y ser feliz. Quiere salvarse a través del amor, y transfiere esa responsabilidad al ser amado.

Sus criterios de elección y patrones de atracción parecen exclusivamente correlacionados con su idealización del objeto amoroso. En el ciclo de contacto de la relación amorosa, podemos observar que logra atravesar por las primeras fases del contacto, en cuanto a la atracción y logro del vínculo, más no en el mantenimiento del mismo. Ahí es donde se interrumpe el ciclo.

Por otro lado, Cabiria muestra una serie de sentimientos y actitudes convierten en un ser vulnerable, desvalido e indefenso. La trama se centra en sus fracasos y los abusos de quienes confía sin malicia. Una y otra vez será despreciada, agredida, engañada, traicionada y robada.

Un día, como tantos otros, Cabiria deambula sola y va a parar a un teatro donde se está llevando a cabo una obra de ilusionismo y magia. Entra a la función sin imaginarse que va a ser invitada por el «ilusionista» para participar en su obra.

Sube al escenario y es sometida a una especie de trance hipnótico. Sin ella saberlo, el ilusionismo, «la ilusión», también va a entrar en su vida. Su  tipo de pensamiento mágico (como su fantasía de un «príncipe azul» salvándola de su miseria y marginalidad), y su gran sugestionabilidad, la vuelven presa fácil del engaño.

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Cuando se «despierta» de tal trance, su inmensa necesidad de amor queda al descubierto y se vuelve la burla de todo el público. Esta escena representa la burla de una sociedad insensible y cruel ante la debilidad y fragilidad de los seres más desafortunados, desvalidos y oprimidos. Cabiria huye del lugar muy contrariada e indignada.

De repente, todo parece cambiar cuando aparece en su vida Oscar, un tímido contador, pero con una identidad más fuerte que ella, que progresivamente se introduce en su vida, cortejándola de manera dulce y seductora. Al inicio, ella desconfía de él; intenta evadirse de su pretendiente, sin conseguirlo, y su hábil y bien logrado admirador finalmente le propone matrimonio.

Paulatinamente Cabiria va desarrollando la esperanza de ver realizado el sueño de su vida y ante su inmensa necesidad de amor, se desprende de todo cuanto tiene: su casa, por ejemplo, que representa simbólicamente su «status» en la vida, porque ella tiene la suerte de tener casa propia, mientras otras colegas de la prostitución duermen bajo puentes, en cuevas o donde puedan encontrar algún lugar para pasar la noche.

Se desprende de todo, de su profesión, de sus muebles, y hasta de su única amiga, para escaparse con el hombre que siempre había soñado. Solamente se lleva consigo su bolsa de mano, una pequeña maleta con la ropa indispensable para iniciar su nueva vida y el dinero, producto del ahorro de todos sus años de trabajo.

Finalmente va a ser de nuevo engañada y traicionada en ese último encuentro patético, en ese bosque casi «fantasmal» por Oscar, quien ahora se muestra como un verdadero depredador capaz de saciar sus más bajos instintos: despojarla de su  dinero e intentando también asesinarla.

Sin embargo, en el último instante, se muestra conmovido por la fragilidad de Cabiria, y en parte se arrepiente, por lo que únicamente le arrebata el dinero y se echa a correr, huyendo vilmente de su víctima.

En este punto, Cabiria regresa de nuevo al principio. Vuelve a estar en riesgo de muerte como consecuencia de la traición del hombre amado por quien ha dado todo. En esta ocasión, en el bosque, se encuentra al borde de un precipicio, metáfora de la representación de su vida emocional que se encuentra también al borde de un «abismo».

Cabe recordar que la película inicia con la escena de otro amante que, tras arrebatarle su bolso, la arroja a un río para que se ahogue (pues ella no sabe nadar), para finalmente huir de la misma manera, echándose éste a correr.

No obstante, las contrariedades, la desilusión y el desengaño, Cabiria posee una gran resiliencia y su espíritu no se ve afectado, cobrando renovadas fuerzas, una y otra vez, pese a sus sucesivos fracasos. Su inmensa humanidad sigue intacta, dispuesta a olvidar y a seguir soñando con otra forma más digna de vivir.

A pesar de todo, será capaz de  superarse y de perdonarse; y cual resucitado «ave fénix» de las cenizas, vuelve con renovada esperanza de vida. Al fin y al cabo, los robos que ha sufrido han sido solamente de «cosas materiales», y su alegría por la vida no se la ha podido quitar nadie.

Como crítica social, «Las Noches de Cabiria» es una denuncia a la mediocridad provinciana de sus protagonistas, de hombres inútiles y sin escrúpulos, timadores de «almas desoladas», de mujeres en extrema necesidad afectiva víctimas de su maldad y su oportunismo.

Con un estilo melodramático (a la italiana), mezcla las escenas de las más crudas realidades como el fanatismo religioso con el uso del ritual colectivo, la pobreza y la miseria extrema de las sociedades europeas de la posguerra, el advenimiento «carnavalesco» de nuevas generaciones con renovadas ideologías frente a la vida, el oportunismo depredador ante mujeres desventuradas, como Cabiria, que una y otra vez es traicionada por hombres a los que llegó a amar como «loca».

«Las Noches de Cabiria» pertenece a una etapa en que su director y creador,  Federico Fellini, se entrega a un género de cine que lo convierte en uno de los referentes más importantes de los valores humanos y existenciales del cine italiano de la Posguerra Mundial.

 Oscar Prettel B.

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